Alma Minera, un viñedo modelo para disfrutar en Río de los Sauces

El viñedo Alma Minera está desarrollado sobre un suelo construido a partir de la incorporación del granito que deja la extracción de la fluorita, en un yacimiento en Río de los Sauces. Una combinación que busca hacer más sustentable la actividad minera.

Alma Minera es un viñedo que no da ganancias. Aún. Camina de la mano de su empresa madre, una minera de fluorita y granito ubicada en Río de los Sauces (Fluorita Córdoba SA).

“Somos un viñedo joven. En 2024 fue nuestra sexta vendimia, la primera planta la plantamos en 2013, no sabíamos cómo iba a resultar, no teníamos antecedentes, ni en Argentina, ni a nivel mundial, de un suelo para viñedo armado por el hombre”, aseguró a La Voz María Celeste Martínez.

 Ella es la tercera generación en la familia. Y habla de un suelo construido porque el viñedo viene a ser la excusa para colocar un excedente de minerales que no tenían destino en la actividad minera.

La historia es así. Todo nace como empresa familiar dedicada a la minería hace más de 60 años y fundada por su abuelo materno, Heriberto Parodi, un médico de Córdoba que decidió iniciar una nueva unidad de negocio invirtiendo en una mina de fluorita.

En los años 1990, se instalan cerca de la localidad de Río de los Sauces, en el Valle de Calamuchita. Allí se encontraron con una mina abandonada, con restos y desperdicios de fluorita en un lugar que había sido trabajado con túneles subterráneos.

 
Con la incorporación de un proceso industrial en el yacimiento, lograron 95% de pureza de ese mineral. “Durante 10 años, trabajamos con ese material que había sido descartado”, indicó Martínez.

La actividad requiere agua y energía, “sin embargo, cuando llegamos, no había electricidad, entonces usábamos combustible, hasta que nos empezamos a plantear la sustentabilidad de nuestra industria y ser más amigables con el ambiente”.

Luego de una década de trabajo, cambiaron la forma de hacer minería. “En lugar de hacer minería subterránea, empezamos a trabajar minería a cielo abierto, esto significa que se va extrayendo el material desde la montaña, desde arriba hacia abajo. La fluorita es un mineral que se presenta en venas en la montaña, está rodeada de una caja de granito. Por cada tonelada de fluorita que sacábamos, sacábamos también 10 de granito, que no tiene valor comercial. Entonces era un excedente que nos quedaba sin ningún valor”, detalló.

La transformación hacia ser más sustentables
 
La empresa familiar recibe a la tercera generación en el año 2000, aproximadamente, con la idea de cambiar la imagen que se tiene de la minería y volcar el proyecto hacia el menor impacto ambiental posible.

En ese camino sucedieron muchas cosas. Lo primero fue ocuparse de la energía y sustituir el uso de combustible. Para eso se instaló un parque solar de 1.200 kilovatios que brinda energía renovable.

“El 45% de la energía que nosotros consumimos actualmente en el proceso está dado por ese parque solar. El segundo punto fue ocuparnos del uso del agua, nuestro proceso industrial necesita agua y la minería está vista como una actividad que hace un mal uso de ese recurso. A partir de ahí creamos un circuito cerrado en el cual el agua que nosotros utilizamos, que primeramente proviene del arroyo, va pasando por diferentes piletas, se va limpiando, filtrando y vuelve al proceso. Con este desarrollo reutilizamos el agua sin necesidad de tomar del arroyo”, detalló la referente de la compañía.

 
¿Qué hacer con el granito que sobra?
La extracción de fluorita les dejaba un excedente de granito sin ninguna utilidad. Gonzalo, el hermano de María Celeste, ingeniero agrónomo, empezó a pensar en darle un valor agregado.

“Él analizó las condiciones climáticas para hacer vid, la amplitud térmica y otras condiciones; sin embargo, tenemos un exceso hídrico que la planta de vid no necesita. Entonces, inspirado en los incas, pensó en construir terrazas e imitar la forma en la que sembraban. Ese material granito que teníamos de descarte nos permitió armar un suelo con granulometria pensado para que el agua filtre”, describió María Celeste.

Durante 15 años, aproximadamente, todo ese material que sacaban de los diferentes frentes de cantera se fue acomodando en un valle del que primero retiraron la tierra fértil, acomodaron las piedras desde las más grandes a las pequeñas y volcaron la capa fértil por encima; 15 años después, “plantamos el viñedo”, recordó.

La bodega no nace como un negocio rentable, sino como una excusa de aprovechar ese material excedente, es un camino más para hacer una minería sustentable y cambiar ese concepto de la actividad como algo destructivo. Pero, además, no solo generan un lugar natural, sino nuevas fuentes de trabajo.

“Armar este viñedo, capacitar a la gente en vendimia, en actividad de poda, de siembra, fue una decisión. Nunca trajimos gente de otro lado, sino que la idea siempre fue capacitar a la gente que tenemos y poder generar otra salida laboral”, aseguró. La compañía brinda trabajo a unas 50 familias de una localidad con una población de 800 habitantes.

Mil botellas para los amigos
Alma Minera está por lanzar al mercado su vendimia 2022, de la que esperan unas 13 mil botellas de sus cinco etiquetas, entre ellas, Heriberto y Elvira, los abuelos fundadores.

Las primeras mil botellas las tomaron entre amigos (vendimia 2019), al año siguiente fueron tres mil, y al siguiente siete mil.

“Las plantas se expresaron muy bien, entraron en producción rápidamente con un rendimiento por hectárea mucho mayor del que teníamos programado. Pero ya las botellas no se podían tomar entre amigos”, enfatizó Martínez y agregó que de las tres hectáreas de viñedo que tienen plantadas, solo están productivas la mitad. La proyección es que de esas tres hectáreas se logren unas 30 mil unidades para la venta. “Ese es nuestro objetivo”, proyectó.

La venta y el turismo
La familia toma la decisión de salir a la venta. “En 2021 empezamos con la comercialización y es la que todavía tenemos. La (vendimia) 2022 sale en un mes, luego del tiempo de guarda”, dijo.

Alma Minera es un vino joven que aún, según afirman sus precursores, lo están “buscando”. Pero en esa búsqueda hay algo claro en la familia. “No queremos perder el objetivo, necesitamos que la uva exprese lo que está en ese terreno, no queremos tapar nada con madera, queremos que quien lo tome sienta que es un vino diferente. Hasta ahora, lo que hemos notado es que tiene una acidez y una frescura muy particular”, destacó Martínez.

A la hora de la comercialización, la idea no era salir a grandes vinotecas, ni a grandes distribuidores que pusieran el vino en la góndola sin saber de dónde viene. “Nuestro proyecto es minería y vitivinicultura haciendo sinergia, dos actividades muy diferentes y que nadie pensaba que se podían combinar”, fundamentó.

En este último año, la empresa familia debatió puertas adentro la posibilidad de abrirse al turismo. Decidieron hacerlo no de manera masiva y gestionada, con algunas fechas en particular y con grupos de entre 30 a 25 personas. El turista recorre el viñedo de la mano de los mismos mineros, bajo el relato de la misma familia, degustando la comida del cocinero del campamento, bajo el cielo en el cual su fundador soñó como proyecto familiar y sus nietos lo transformaron hacia la economía circular.

Fuente: La Voz